La ciudad está dormida. La ciudad es un desierto de asfalto, de hormigón armado, de simetría y de fealdad. La ciudad es asesina, entre nubes de humo negro mató al arte, rasgó notas y pinceladas, acuchilló palabras y versos, bañó en pólvora rostros y vidas. La ciudad está podrida bajo su manto de gris, está erigida sobre un suelo pobre y sin raíces, sobre el olvido de sus ancestros. La ciudad está vacía, las aguas abandonaron su cauce, cubrieron de sequía los campos prefabricados. La ciudad no es lugar para humanos, solo para bestias de ojos vacíos, pieles y corazones de hueso. La ciudad condenó a la ciudad, víctima y verdugo, presa y cazador, difunto y sepulturero.
La ciudad está dormida. Camino por sus adoquines desgastados como el cielo, que cierra el paso a cualquier rayo de luz y de esperanza. No hay ojos que me miren, ni pies que pisen o se arrastren a mis lados. No pasan personas hablando por sus móviles, parte biónica de sus cuerpos, no te mantiene despierto el murmullo de los coches. No hay prisa, el cláxon ya no es banda sonora de la mañana, mis pasos no me dirigen a ningún destino. Mi mente no repasa el tema de historia antes del examen, está tan vacía como la ciudad. Casi escucho una brisa dentro de mi cerebro, como si hubiera un mar en calma entre circunvoluciones. Todo es silencio, el silencio sepulcral por una ciudad muerta. Nosotros fuimos la ciudad, nosotros fuimos los que la construimos y finalmente acabamos con ella. Como un Dios que creó una bestia, como el experimento del doctor Frankestein. La ciudad y todos nosotros nos autocondenamos a la extinción. Pero nunca es tarde, nunca es tarde para el soñador, para el amante.
La ciudad está dormida. Quizás no esté muerta, solo cataléptica. Quizás abra sus ojos, sus ventanas y el cielo se abra, corran el viento, el agua y la vida por las carreteras, en vez de ira y gasolina, como ayer lo hacía. La ciudad parece muerta y yo aún guardo esperanzas. Porque aún queda belleza, aún queda arte, no en las paredes, no en estas calles que solo conducen a la perdición. Aún queda arte en tus ojos, aún quedan en mi mente versos y besos que nunca te dije. Detonemos la ciudad, reduzcamos a escombros todo lo que nos llevó a la muerte. Construyamos a partir de las palabras, levantemos un nuevo mundo dibujado en un lienzo en blanco. Llenémoslo de amaneceres, de principios, de gritos de triunfo y de placer, de amor y de eternidad. Hagámosle una transfusión de sangre a la muerte, que el mundo y nosotros latamos en éxtasis. Creemos y creamos en la humanidad, seamos humanos como olvidamos.
La ciudad está dormida, ven y despertémosla.