
Y ahora miro un plato repleto de jamón serrano, sintiéndome asquerosa. No entiendo la necesidad de todo esto. No entiendo que mis padres derrochen el poco dinero que tienen en una simple cena. No entiendo que haya langostinos, botellas de vino y champán, que las luces de colores del árbol estén encendidas durante horas. No entiendo que mis padres paguen el contrato de móvil de mi hermano, el cual no lo suelta ni a sol ni a sombra. No entiendo que mi hermana vista ropa nueva en esta noche. No entiendo que mañana vaya a encontrar regalos bajo el árbol. No entiendo que dentro de unos días nos quejemos de que no tenemos dinero. No entiendo nada. Nada.
Y pensarás que soy una aguafiestas. Puede. Me encantaría tener ese espíritu navideño, ser feliz con solo ver las luces y un hombre vestido de Papá Nöel. Me gustaría volver a mi infancia, recuperar la ingenuidad y la alegría. Me encantaría jugar, que mis actos no tuvieran consecuencias. Me encantaría ser como supongo que serás tú. Normal, con una familia normal, con unos pensamientos normales, con una vida normal. Normal. ¿Hay alguien normal? ¿Hay alguien feliz? ¿Soy una más o soy la excepción? ¿Por qué mi familia no me entiende? ¿Con quién estoy hablando? ¿Es que estoy loca por pensar lo que pienso?
Quizás actúe como una loca, pero no aguanto más. Esta es la gota. Me levanto de la silla sin probar bocado y salgo corriendo. Noto sus miradas clavadas en mí, escucho sus voces gritando mi nombre. Pero yo huyo. Huyo de todo y hacia la nada. No sé por qué corro ni hacia dónde se dirigen mis pasos. Quizás busco la felicidad, quizás solo busco alguien que me comprenda. Quizás ese eres tú. Quizás huyo por huir. Quizás y solo quizás, algún día volveré a amar la vida y no seré esa loca que huye sin saber por qué.